Cambió el sentido

Cambió el sentido

La aventura de analizar el pasado, leer el presente y proyectar futuros adversos de las democracias latinoamericas, es tarea que los sociólogos Manuel Garretón y Emil Sobottka decidieron exponer en ocasión de las Jornadas de Investigación. Los expertos se preguntaron: ¿qué significa hablar de democracia en 2015, era lo mismo que en 1968 o 1985? y ¿cuáles son los desafíos más significativos que enfrenta? En una sala colmada de un público cautivo, el sociólogo y politólogo chileno Manuel Garretón enfatizó que “cuando hoy día hablamos de democracia, no estamos diciendo lo mismo que durante las luchas contra las dictaduras”. En este sentido, comparó las democracias bajo dimensiones y épocas distintas. Distinguió una primera etapa, entre las décadas 20 y 30 del siglo XX, donde existía la necesidad de integrar las grandes masas populares con los sectores medios del país. Esta situación posicionó a la democracia para dicho modelo de desarrollo e integración, concebido como democracia social, que se canalizó a través de gobiernos populistas, donde el sujeto de la democracia en esta época era el pueblo. Hacia finales de los años 60 se instaló la idea revolucionaria, que superó la idea de desarrollo y la dependencia en América latina. En tanto, la democracia viró a una democracia sustantiva, o real, frente a la antigua concepción formal.

 

De esta manera, el ethos (principio fundante de la democracia) se consideró igualitario y comunitario. Otro gran cambio fue el sujeto de democracia, que pasó a ser la clase social, mientras se hablaba de proyectos colectivos. El doctor en Sociología de l’Ecole des Etudes en Sciences Sociales de París, planteó que durante las luchas contra las dictaduras y los procesos de transición, sucede “por primera vez” que la noción de democracia se convirtió en la problemática central. De esta manera, consideró que la problemática no era ya la reconstrucción de las instituciones disueltas o debilitadas por los regímenes militares, porque no existía más esa autoridad, por lo que sucedía “una situación inédita: conjunto de países democráticos”. El nuevo ethos que sucedía era el liberal republicano y los sujetos eran los ciudadanos, desde un punto de vista individual. En tanto, como proceso lateral, sucedían las reformas neoliberales con la consecuente mundialización y lo que consideró significativo: la caída de los grandes proyectos histórico–ideológicos.

Consideró estos procesos como responsables de la alteración del sentido de la democracia. La democracia remitió a construir nuevas relaciones entre estado y sociedad con el fin de plasmar masivamente la igualdad en el continente más desigual del mundo. Es así que surgieron democracias de distintas formas que dieron el “giro a la izquierda”. Ante el “colapso” del sistema de partidos en Venezuela, se dio el campo fértil para el surgimiento de un liderazgo personal, como el caso de Hugo Chávez, quien construyó un partido a su medida, de manera de recomponer la relación entre el estado y la sociedad bajo un formato personalizado. Desde la sociedad, bajo una concepción comunitaria étnica, es que surgió Evo Morales desde su posición fuerte sindical del cultivo de coca, a la construcción de distintos partidos, que desencadenó un gran liderazgo personal en el estado plurinacional de Bolivia. Ausente de un liderazgo personalizado fuerte, ocurrió en nuestro país un proceso bajo una política de partidos. En tanto, consideró que tanto Chile, Perú y México no dieron ese “giro” ni siquiera bajo gobiernos de izquierda. De esta manera, consideró que desde fines del siglo XX – principios del siglo XXI vivimos bajo un nuevo ethos que combina el factor comunitario con uno individualista, y que tiene como resultado la autorrealización. Consideró que el motivo de la ascensión de la individualidad tuvo su origen en la configuración de los derechos humanos en la década de los cuarenta, previstos para el individuo y no para una comunidad, y que fueron el objeto de batalla durante las luchas frente a las dictaduras del continente. Por su parte, las reformas neoliberales aportaron para la confusión actual entre ciudadano y consumidor: “la tarjeta de crédito pasa a ser como la cédula de identidad o de voto”. Esta nueva configuración también trajo una modificación en el sujeto de la democracia, que no niega el pueblo, la clase y el ciudadano como configuraciones anteriores, sino que además agrega derechos individuales y que por lo tanto hace más complejo su abordaje, sin un concepto nítido. Los derechos individuales rompieron con la concepción liberal republicana que enmarcaba intereses homogéneos, que antes eran vehiculizados por los actores políticos que lo expresaban a través de los partidos. Por tanto, complejiza las relaciones entre el representante y el representado. Es en este punto que convergieron ambos intelectuales. Por un lado, Garretón planteó una explicación más teórica del fenómeno. y por otro Sobottka se focalizó en su análisis de la evolución democratica en Brasil. Garretón sostuvo que la tendencia tanto del representante como del representado que “giren sobre si mismos” fomenta por un lado la corrupción sistematizada de los representantes; y que junto con “la tendencia consumista de los ciudadanos y la corporativización de los movimientos sociales significa que la clase política queda girando sobre si misma”. Por otra parte el representado siente que nadie tiene que representarlo, salvo su igual. Esta crisis de la representación que se hace mediante el voto, tiene como resultado para el sociólogo que los procesos electorales “no deciden nada, solo muestran problemas y que el resultado de éstos es menos importante que el proceso mismo”. Sobottka planteó que la corrupción que hoy día vive su país es un problema estructural del sistema, que ni siquiera a partir de la decisión de incluir en la constitución de 1988 el aumento de las potestades, garantizó que éstos han sido utilizados sin intereses detrás. El caso de la participación directa a partir de las conferencias y consejos de políticas públicas incluidas en la constitución de 1988, involucra más gente que el ámbito representativo de las cámaras municipales, estaduales y federales, con la participación de 5.500 municipios en plena discusión de temas en las bases, hasta llegar al poder nacional. En el caso de los consejos resultan casi siempre creados por el Poder Ejecutivo y con una gran injerencia de la familia del alcalde, por lo que consideró que en vez de ser representación de la sociedad civil hacia el estado, sucede al revés. Utilizó la metáfora de que la representación en Brasil adquiere una imagen teatral: “la representación del poder adelante del pueblo y no la representación del pueblo delante del poder”. De manera que también agregó que las personas más excluidas querían más participación en la construcción de la democracia, imponer sus decisiones, pero afirmó categóricamente que: “para algunos partidos y personajes políticos, la participación política era sobre todo una estrategia de poder”. A partir de la operación Lava Jato en Brasil, que ha salpicado de corrupción a todo el sistema político, donde se habló de pagos de coimas por parte de empresas a todo el sistema político para poder ganar licitaciones, planteó que “no es invención del Partido de los Trabajadores la corrupción, sino que está sistematizada”. Consideró que lo peor de este proceso es que “cortó con la ilusión de muchos brasileños que podríamos construir una nueva sociedad” y afirmó que los cambios producidos durante la era “progresista” de superávit no han transformado las estructuras de desigualdad. Garretón concluyó que en la actualidad la democracia no puede dejar de ser régimen porque de los contrario se entraría en el caos, pero también es un proceso. De esta manera, lo más significativo resulta “la experiencia democrática” de la sincronicidad entre proceso y régimen. Por último, planteó que las toma de decisión vía elecciones o movilizaciones sociales tienden a estar “atravesados y tergiversados por los poderes fácticos: grandes empresas y los poderes mediáticos”.